El reality Soy Georgina de Netflix se ha convertido en una pieza para crear la marca personal de Georgina Rodríguez y en un escaparate para todas las marcas de clase.

Cualquiera puede decir que casi de manera periódica, una serie de películas o programas de película o Netflix confiscaron noticias.
Lo hace porque todo el mundo – o esa es la sensación que se crea en redes sociales – está hablando de ello y porque parece que no queda nadie que no lo esté viendo.
Pasó, uno de los ejemplos más recientes, con El juego del calamar, la serie coreana que se convirtió en inesperado éxito global. Y está pasando ahora con Soy Georgina, el reality protagonizado por la influencer Georgina Rodríguez.
El programa tiene algo de esperanza ya que Georgina Rodríguez es la pareja del popular futbolista Cristiano Ronaldo.
La serie ha estado en la lista de favoritos no solo gracias a los fanáticos del fútbol, sino también porque ha captado a un público ajeno.
Quién más y quién menos ha escuchado a alguien que le dice que lo vea y las parodias – desde unos abuelos virales a una humorista.
Lo interesante de Soy Georgina, al menos desde el punto de vista que nos interesa, es que las marcas están ultrapresentes en el formato y que hasta dominan las historias que se narran. Puede que al final, si se va al detalle, sean ellas las grandes protagonistas de la historia. Marcas y marketing son las grandes estrellas invitadas de Soy Georgina.
La primera marca: la propia Georgina.
La historia que se nos desarrolla al principio puede leerse como la creación del nombre personal de Georgina Rodríguez.
De hecho, Soy Georgina es su objetivo en términos de mejorar su imagen de influencia con el público, y que se independice de esa visión de ser la pareja de, reforzando para el gran público su imagen de influencer.
De hecho, en el cierre de la temporada, la propia protagonista deja claro que hasta ahora se la conocía por ser la pareja de y que ahora espera que se la conozca por ser ella misma.
El reality busca asentar un storytelling concreto, el de la chica «normal» que ha logrado llevar – por amor – una vida de lujo pero que sigue siendo ella misma, una chica accesible.
Las fotos promocionales ya lo adelantan (sale la propia Georgina comiendo patatas fritas en una mesa de lujo) y los claims también («Antes vendía bolsos en Serrano, ahora los colecciona»).
De hecho, esta mezcla entre una historia y otra es lo que hace que quien ve el reality no pueda dejar de verlo y que muchas personas se hayan entregado al placer del hate watching, como explican en un análisis en Elle.
Es una pieza en una buena estrategia de marketing.

Más allá del impacto fáctico que debe haber en su propio nombre, estas imágenes son un fiel reflejo de la historia y de lo que hace que el momento sea tan intimidante.
Lo más duro del episodio está en la visita de la influencer a la red carpet del Festival de Cannes.
Parte de su círculo y su agente, que quiere que lleve un vestido de Jean Paul Gautier porque será lo que eleve su reputación y su caché.
Las marcas de lujo y moda son las coprotagonistas.
En uno de los capítulos, Georgina Rodríguez proclama: «Me encanta Hermès, Gucci, Prada, que es súper femenino. Me encanta Louis Vuitton, me encanta el grupo Inditex, me encanta Decathlon, me encanta Mayoral, me encantan todas las marcas».
Ese día se ha convertido en uno de los momentos en que la cobertura de noticias está disponible para el programa, pero la fuerza de la marca, y el eclecticismo, ayudan a explicar quiénes son los verdaderos coprotagonistas de esta historia. marca comercial.
Lo son las marcas.
Los espectadores ven marcas todo el rato, integradas en la historia de forma completamente orgánica.
La propia Georgina se pasea por sus casas con tazas estampadas con el logo de Netflix, lo que parece un product placement esperable, pero también habla de marcas todo el tiempo, muestra logos y productos y visita tiendas.
Todo el drama del vestido para el Festival de Cannes ocupa al menos espacio en dos capítulos.
Pero también la vemos comprando en la tienda de Roberto Cavalli, donde arrasa con bolsas y más bolsas para descubrir al final que le regalan todo.
Para jugar con su varita mágica como coprotagonista, Soy Georgina acudió a una carnicería de la pequeña localidad oscense de Graus, donde compró latas de carne ibérica y nos descubrió el secreto. Embutidos Aventín vio cómo subían las ventas gracias a la feria. “El alcance de la marca es muy impresionante”, dijo a la prensa aragonesa uno de sus responsables.
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